La carga de entrenamiento y la forma física
Los beneficios de la actividad física y el ejercicio físico crónico sobre la salud son conocidos, con numerosas adaptaciones musculoesqueléticas, cardiovasculares, metabólicas y cerebrales. Paradójicamente, un ejercicio agudo induce un estrés fisiológico importante: aumento de la acidez o de las restricciones mecánicas en los sistemas muscular y óseo, que son objetivamente deletéreas para el organismo. Sin embargo, es necesario tener en cuenta la capacidad del organismo para adaptarse a este estrés fisiológico para limitar su impacto en su propio funcionamiento. Por ejemplo, un aumento de las restricciones mecánicas en el músculo esquelético favorece la hipertrofia para limitar el estrés aplicado durante un ejercicio físico posterior.
Por lo tanto, el objetivo del entrenamiento deportivo es repetir estos estreses fisiológicos para estimular las adaptaciones beneficiosas asociadas al ejercicio (p. ej., un atleta que busca aumentar su masa muscular realizará ejercicios de musculación aplicando restricciones mecánicas a los músculos para estimular la hipertrofia muscular). No obstante, estos ejercicios inducen daños y fatiga al cuerpo humano, que son reversibles con el reposo. Así, es necesario controlar la dosis de ejercicio, o carga de entrenamiento, y la de la recuperación con el objetivo de mejorar la salud y/o el rendimiento deportivo.
Concretamente, una carga de entrenamiento demasiado alta en relación con la recuperación es responsable de una sobrecarga transitoria, mientras que una carga demasiado baja en relación con la recuperación no permitirá la progresión. Además, si la sobrecarga se mantiene a lo largo del tiempo, puede provocar la aparición de un síndrome de sobreentrenamiento, que se caracteriza por una disminución del rendimiento, fatiga persistente y un aumento del riesgo de lesiones.
En este contexto, se vuelve necesario controlar la carga de entrenamiento cuando el volumen y/o la intensidad del ejercicio aumentan, con el fin de evitar una sobrecarga, o incluso un síndrome de sobreentrenamiento, manteniendo al mismo tiempo la progresión. Para ello, la preparación deportiva dispone de numerosas herramientas para evaluar la carga externa (kilometraje semanal, peso levantado, etc.), la carga fisiológica interna (variabilidad de la frecuencia cardíaca, análisis de sangre) y la carga percibida (fatiga percibida, estado de ánimo, etc.). Cuando se relacionan, estos parámetros permiten evaluar la cantidad de restricciones externas para el organismo (la carga externa), su impacto en el funcionamiento fisiológico del organismo (carga interna) y en el plano psicológico (carga percibida), y así adaptarla en función de los objetivos y de la capacidad de recuperación de cada individuo.
El ángulo de fase, un nuevo indicador para evaluar la carga de entrenamiento y el estado de forma de los atletas
Los daños musculares asociados a un ejercicio agudo son responsables de la secreción transitoria de moléculas proinflamatorias cuyo papel es iniciar los procesos de reparación muscular1. Sin embargo, en un contexto de sobrecarga prolongada, o incluso de síndrome de sobreentrenamiento, la repetición de los ejercicios asociada a un déficit de recuperación favorece la aparición de una inflamación de bajo grado, concomitante a una disminución del rendimiento y una importante sensación de fatiga. En un atleta recreativo o de alto nivel, esta inflamación de bajo grado puede ser un signo de sobrecarga de entrenamiento si está asociada con una disminución del rendimiento y/o fatiga persistente.
En bioimpedanciometría, el ángulo de fase es un parámetro bioeléctrico fácilmente medible que está relacionado con el estado de salud de los individuos, así como con el nivel de inflamación sistémica2. Además, en atletas, se ha demostrado que el ángulo de fase también está asociado con la fuerza y la potencia producida por los músculos esqueléticos3, así como con el rendimiento en sprint y la capacidad de repetir este tipo de esfuerzo4. En estos estudios, un ángulo de fase elevado se asoció con altos niveles de rendimiento, mientras que los atletas menos eficientes presentaban los ángulos de fase más bajos. Estos diferentes datos han llevado a un grupo de investigadores especializados en ciencias del deporte y bioimpedanciometría a considerar que el ángulo de fase podría utilizarse como marcador de carga de entrenamiento5.
En este contexto, un aumento del ángulo de fase a lo largo de la preparación para un evento o durante un ciclo de preparación deportiva estaría asociado a una mejora del rendimiento, como se observó previamente en nadadores de élite6. Por el contrario, una disminución del ángulo de fase traduce un aumento de la inflamación sistémica y podría, por lo tanto, estar asociada a una sobrecarga de entrenamiento. En este caso, es interesante seguir y/o cuantificar otros parámetros asociados a la carga de entrenamiento para confirmar o refutar esta hipótesis a partir de su evolución. Por ejemplo, un aumento de la carga externa asociado a un aumento de la fatiga percibida y a una disminución de la variabilidad de la frecuencia cardíaca a medio plazo, un marcador de la fatiga del sistema nervioso7, son representativos de una sobrecarga de entrenamiento. Sin embargo, es legítimo plantearse la pregunta de a partir de qué momento podemos considerar que una disminución del ángulo de fase es significativa y que puede reflejar una sobrecarga de entrenamiento.
La variación fisiológica normal del ángulo de fase entre dos mediciones es de 0,3°, por lo que es posible considerar que una diferencia superior a esta cifra es significativa y puede reflejar modificaciones fisiológicas. En el contexto de la detección de una sobrecarga, una bajada puntual puede estar correlacionada con una sobrecarga transitoria causada por una competición o un ejercicio particularmente intenso y/o largo, pero también por una enfermedad u otro evento que cause fatiga. Si el valor del ángulo de fase vuelve a un valor cercano a su valor normal después de una recuperación adecuada, esto está relacionado únicamente con una sobrecarga transitoria; sin embargo, si esta se mantiene en un valor relativamente bajo, puede ser el reflejo de una sobrecarga mucho más importante, que puede conducir a un síndrome de sobreentrenamiento con el tiempo.
Conclusión
El principio de aplicar un estrés fisiológico crónico de forma controlada es la base de las adaptaciones deportivas asociadas a la salud y al rendimiento. Sin embargo, si la carga fisiológica aplicada es demasiado importante y/o la recuperación es insuficiente, esto puede favorecer la aparición de una sobrecarga de entrenamiento, o incluso un síndrome de sobreentrenamiento. Estas situaciones se caracterizan notablemente por la aparición de una inflamación basal, un evento fisiológico al que se asocia el ángulo de fase. Además, este parámetro también está relacionado con el rendimiento muscular y en sprint, lo que ha llevado a varios investigadores a proponer este parámetro para el seguimiento de la carga de entrenamiento y una posible sobrecarga.
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