Según un consenso reciente de expertos1, la obesidad se define como una patología caracterizada por un índice de masa corporal superior a 30 kg/m² asociado a un exceso de masa grasa responsable de complicaciones clínicas degradando el estado de salud del paciente. Desde un punto de vista fisiopatológico, este exceso de masa grasa provoca una inflamación sistémica de bajo grado por la producción de citocinas proinflamatorias por el tejido adiposo (es decir, las adipocinas). Cuando esta se asocia a una alimentación rica en glucosa simple y en ácidos grasos saturados y/o a un sedentarismo y una inactividad física, la inflamación sistémica es el origen de complicaciones metabólicas (por ejemplo, diabetes tipo II) y cardiovasculares (por ejemplo, hipertensión o incluso riesgos de infarto de miocardio)2. Además, el exceso de masa grasa y de masa corporal aumenta las cargas mecánicas sobre el sistema musculoesquelético (es decir, los músculos, el esqueleto, los tendones, etc.), que es el origen de numerosos trastornos del aparato locomotor (por ejemplo, osteoartritis). También es responsable de un aumento de la masa ósea y de la masa muscular esquelética. De hecho, la carga mecánica es el principal estimulador de la síntesis proteica a nivel muscular y de la mineralización del tejido óseo3,4, lo que hace que las personas con obesidad presenten masas musculares y óseas elevadas.
Actualmente, el manejo terapéutico de la obesidad se articula alrededor de dos grandes ejes:
- un manejo medicamentoso de las complicaciones clínicas asociadas y
- modificaciones del estilo de vida vía intervenciones en psicología, en nutrición y por la actividad física.
El objetivo es doble: limitar e incluso tratar las comorbilidades ligadas a la obesidad, tales como la diabetes tipo II y/o las patologías cardiovasculares, al mismo tiempo que se establece un entorno fisiológico y psicológico sano que permita el mantenimiento de hábitos de vida saludables. De hecho, las modificaciones nutricionales y la práctica de una actividad física son el origen:
- de una mejora de la composición corporal disminuyendo la masa grasa, en particular la visceral que es el origen de las comorbilidades observadas en la obesidad5.
- de la regulación del metabolismo celular y sistémico mejorando, por ejemplo, las funciones hormonales y la función mitocondrial dentro de las células6,7.
- de la disminución del nivel de inflamación sistémica considerando que la inflamación está fuertemente implicada en la fisiopatología de las comorbilidades asociadas a la obesidad8.
La Organización Mundial de la Salud recomienda 150 minutos de actividad física moderada, o 75 minutos de actividad física intensa, o una mezcla de las dos, por semana. Sin embargo, en ciertas situaciones, la elección específica de una modalidad de ejercicio puede ser crucial para inducir adaptaciones beneficiosas específicas. Cuando nos comprometemos en una actividad física, nuestro cuerpo sufre un estrés temporal que desencadena una respuesta adaptativa. La repetición de estos estreses es responsable de las adaptaciones beneficiosas asociadas al ejercicio regular. Así, es esencial comprender qué estructuras serán solicitadas y sufrirán un estrés en función del tipo y de la intensidad del ejercicio elegido, para inducir las adaptaciones deseadas. La elección de la modalidad de ejercicio debe hacerse en función de los objetivos buscados pero también de las modificaciones fisiológicas agudas, para que estas estén en adecuación con las capacidades del individuo. Clásicamente, los ejercicios se dividen en dos grandes modalidades: el ejercicio en resistencia y el ejercicio en fuerza. A la inversa, el ejercicio en fuerza implica los músculos esqueléticos y el sistema nervioso, por lo que está a menudo asociado a ejercicios como la musculación.
I. El ejercicio aeróbico
Los ejercicios aeróbicos son ejercicios de larga duración a intensidad moderada que implican fuertemente los sistemas energéticos musculares así como el sistema cardiovascular durante el ejercicio. Se realizan a menudo a una intensidad situada entre el 55 y el 75% de la frecuencia cardíaca máxima, lo que permite reclutar los sistemas musculares energéticos aeróbicos que producen energía vía la mitocondria a partir de los carbohidratos/lípidos. En el marco del manejo de la obesidad, el ejercicio aeróbico favorece un funcionamiento metabólico normal, en particular aumentando la densidad y la función mitocondrial9, mejorando la función cardiovascular10 y la regulación de la glucemia11. Por lo tanto, este tipo de ejercicio es particularmente pertinente con el objetivo de provocar una pérdida de masa grasa al mismo tiempo que se mejora el funcionamiento fisiológico del organismo.
Puede realizarse durante varias actividades (marcha, carrera a pie, bicicleta, natación, …) que tienen como punto común ser de larga duración y a intensidad moderada, es decir, por debajo del primer umbral ventilatorio. El medio más sencillo para poder situarse a esta intensidad es utilizar un pulsómetro y calcular su frecuencia cardíaca máxima por el cálculo: Fcmax = 220 – edad. Sin embargo, no todo el mundo posee un pulsómetro y es posible basarse en el test del habla, es decir, que somos capaces de mantener una conversación pero necesitamos recuperar el aliento de manera esporádica. Idealmente, el paciente se encuentra en la zona cardíaca mencionada anteriormente mientras es capaz de mantener una conversación durante la actividad física.
II. El ejercicio en resistencia
Los ejercicios en resistencia son ejercicios que comprenden los ejercicios de musculación con carga externa o con peso corporal, por consiguiente, van a ser beneficiosos para el sistema musculoesquelético pero también para el sistema nervioso. Durante este tipo de ejercicio, la acción de desplazar una carga provoca un aumento de la tensión aplicada al músculo, lo que va a estimular la síntesis proteica muscular (y por tanto la hipertrofia). Por consiguiente, este tipo de ejercicio debe ir acompañado de un aporte proteico adaptado (es decir, superior a 1,6 g/kg de peso/día) para maximizar la hipertrofia12. Además, la realización de estos movimientos también va acompañada de un intercambio importante de mensajes nerviosos entre los músculos esqueléticos y el sistema nervioso central que puede modificar el funcionamiento de este último. Esto va a permitir, en particular, mejorar la propiocepción, es decir, la capacidad de sentir el propio cuerpo en el espacio, y por tanto el equilibrio, la capacidad de desplazarse, etc.
En el marco de la obesidad, este tipo de ejercicio permite el mantenimiento o una ganancia de masa muscular esquelética, lo que es particularmente interesante en los casos de obesidad sarcopénica o de limitaciones funcionales expresadas por el paciente. De hecho, el músculo esquelético es el origen del movimiento y una insuficiencia de masa muscular puede ser el origen de una fatigabilidad aumentada que va a limitar la capacidad de los pacientes a realizar una actividad física13. Por tanto, son interesantes para una reanudación progresiva del movimiento limitando al mismo tiempo las sensaciones desagradables para el paciente. También pueden combinarse con ejercicio aeróbico para aprovechar los efectos de ambas modalidades, un beneficio ya demostrado en otras patologías14–16. En función de los objetivos terapéuticos, existen varias modalidades de ejercicios en resistencia que se organizan bajo la forma de bloques de movimientos repetidos, intercalados con períodos de descanso. Clásicamente, los ejercicios de musculación se dividen de esta manera:
- Para una ganancia de fuerza, entre 3 y 5 series de 4-5 repeticiones cerca del máximo (80-90%) intercaladas con 1 min 30 – 2 min de descanso.
- Para una hipertrofia muscular, entre 3 y 5 series de 10-12 repeticiones entre 70 y 80% del máximo, en función del nivel de entrenamiento, intercaladas con 1 min – 1 min 30 de descanso. También es posible efectuar este tipo de ejercicio con cargas menos elevadas o con tiempos de descanso más importantes, en el caso de individuos que presentan dificultades para levantar cargas pesadas.
III. Interés de la bioimpedancia en el manejo de la obesidad
Por su capacidad para evaluar la composición corporal, la bioimpedancia es una herramienta útil y pertinente durante el manejo y el seguimiento de los efectos de la actividad física en pacientes con obesidad. Permite, en particular, evaluar la masa muscular esquelética y por tanto, indirectamente, la capacidad de los pacientes para realizar una actividad física beneficiosa para su salud sin crear sensaciones desagradables. De hecho, los beneficios de la actividad física aparecen y se consolidan por la repetición de estreses fisiológicos agudos durante el ejercicio que, crónicamente, van a provocar las adaptaciones fisiológicas asociadas a una buena salud. Por tanto, es necesario que el paciente disfrute al realizar esta actividad para que pueda mantener un volumen de ejercicio suficiente a lo largo de su vida para inducir estas adaptaciones. Además, también permite evaluar el porcentaje de masa grasa, lo que puede permitir establecer objetivos e implicar así al paciente en su manejo.
Así, si la masa muscular del paciente es suficiente y no expresa dificultades para realizar las actividades de la vida diaria, es interesante orientarlo hacia ejercicios con componente aeróbico para facilitar la pérdida de masa grasa y las adaptaciones metabólicas y cardiovasculares asociadas a este tipo de ejercicio. A la inversa, si esta no es suficiente, puede ser más pertinente orientarlo hacia ejercicios de resistencia con el objetivo de aumentar su masa muscular antes de orientarlo hacia actividades con componente aeróbico. En ambos casos, sigue siendo necesario intercambiar con el paciente para orientarlo hacia una actividad adaptada a sus necesidades y en la cual él o ella se sienta bien para mantener una retención en la misma.ient pour l’orienter vers une activité adaptée à ses besoins et dans laquelle il/elle se sente bien afin de maintenir une rétention dans celle-ci.
Referencias
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3. Damas F, Phillips S, Vechin FC, Ugrinowitsch C. A review of resistance training-induced changes in skeletal muscle protein synthesis and their contribution to hypertrophy. Sports Med Auckl NZ. 2015 Jun;45(6):801–7.
4. Westcott WL. Resistance training is medicine: effects of strength training on health. Curr Sports Med Rep. 2012 Aug;11(4):209–16.
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7. Viña J, Gomez-Cabrera MC, Borras C, Froio T, Sanchis-Gomar F, Martinez-Bello VE, et al. Mitochondrial biogenesis in exercise and in ageing. Adv Drug Deliv Rev. 2009 Nov 30;61(14):1369–74.
8. Flynn MG, McFarlin BK, Markofski MM. The Anti-Inflammatory Actions of Exercise Training. Am J Lifestyle Med. 2007;1(3):220–35.
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12. Morton RW, Murphy KT, McKellar SR, Schoenfeld BJ, Henselmans M, Helms E, et al. A systematic review, meta-analysis and meta-regression of the effect of protein supplementation on resistance training-induced gains in muscle mass and strength in healthy adults. Br J Sports Med. 2018 Mar;52(6):376–84.
13. Twomey R, Aboodarda SJ, Kruger R, Culos-Reed SN, Temesi J, Millet GY. Neuromuscular fatigue during exercise: Methodological considerations, etiology and potential role in chronic fatigue. Neurophysiol Clin Clin Neurophysiol. 2017 Apr;47(2):95–110.
14. Schroeder EC, Franke WD, Sharp RL, Lee D chul. Comparative effectiveness of aerobic, resistance, and combined training on cardiovascular disease risk factors: A randomized controlled trial. PLoS ONE [Internet]. 2019 Jan 7 [cited 2020 Feb 7];14(1). Available from: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6322789/
15. Rinaldo N, Bacchi E, Coratella G, Vitali F, Milanese C, Rossi A, et al. Effects of Combined Aerobic-Strength Training vs Fitness Education Program in COPD Patients. Int J Sports Med. 2017 Nov;38(13):1001–8.
16. Botelho R, Guerra RLF, D’Almeida V, Medeiros A. Program of combined physical exercise reduces the perception of pain in a patient with sickle cell anemia. Case report. Rev Dor. 2017 Sep;18(3):270–4.